Santo Domingo. Mientras sobre la tarima se desata un torbellino de energía y carisma, en su vida personal el merenguero José Gabriel Severino, conocido como “El Jeffrey”, prefiere el silencio del patio de su hogar antes que los aplausos de un bar repleto.
Durante una reveladora conversación con la comunicadora Raquel Suárez, el intérprete dejó ver el contraste que existe entre su personaje artístico y su esencia privada.
“Yo soy tímido, muy tímido. Muy de mi casa, muy de mi familia, quizás hasta un poco aburrido”, confesó sin reservas, derrumbando mitos que lo encasillan como un alma festiva fuera del escenario.
Lejos del bullicio de los reflectores, El Jeffrey se describe como un hombre tranquilo, amante de los espacios íntimos y las rutinas sencillas.
Prefiere cocinar que salir a cenar, y una buena conversación antes que cualquier otro tipo de distracción pasajera. Esa necesidad de serenidad, según explicó, choca con la imagen explosiva que proyecta frente al público, donde su voz y su presencia lo convierten en uno de los íconos más vibrantes del merengue dominicano.
Aunque se le conoce por su estilo extrovertido y su enérgica entrega en tarima, el artista aclaró que en su cotidianidad mantiene hábitos muy distintos a los del estereotipo típico del show business.
“Yo no tomo, yo no salgo”, reiteró, al tiempo que dejó claro que no necesita de las luces de una discoteca para sentirse pleno, sino de la calma que le brinda su entorno más cercano.
Esta declaración del cantante confirma una verdad muchas veces ignorada en el mundo del espectáculo: la figura artística puede ser solo una extensión de un personaje creado para conectar con el público, mientras que detrás de escena habita un ser humano que busca equilibrio, privacidad y autenticidad.
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