San Francisco, Estados Unidos. Aplausos, ovaciones y una alfombra de expectativas recibieron al dominicano Rafael Devers en el Oracle Park, marcando así una nueva etapa en su carrera tras ser transferido a los Gigantes de San Francisco, luego de años de gloria —y recientes tensiones— con los Medias Rojas de Boston.
El ambiente fue de celebración, pero detrás del entusiasmo se esconde una historia de orgullo herido y decisiones inesperadas.
Durante años, Devers fue sinónimo de la tercera base en Boston, una figura clave y constante en la alineación.
Sin embargo, la llegada del estelar Álex Bregman, movió las fichas en el tablero y alteró el rumbo del dominicano.
Con elegancia y sin rencores, Devers aceptó el cambio de equipo y de escenario, afirmando con firmeza que está dispuesto a desempeñar «la posición que se le indique», dejando atrás cualquier conflicto interno con la franquicia que lo vio brillar en las Grandes Ligas.
San Francisco lo recibe con los brazos abiertos, sabiendo que cuentan con un bateador zurdo de poder, experiencia y hambre de demostrar que aún puede ser una pieza determinante, sin importar en qué parte del diamante se le ubique.
A partir de este movimiento, los Gigantes reorganizan su estrategia ofensiva, conscientes de que tienen en Devers a un pelotero de alto calibre, con una trayectoria que aún tiene capítulos por escribir.
Su actitud profesional ha sido bien valorada por los directivos y fanáticos del equipo californiano, que ven en él una figura clave para impulsar al conjunto en esta nueva temporada.
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