Nueva York. Este sábado, el béisbol de las Grandes Ligas se despidió de una de sus figuras más icónicas.
Davey Johnson, conocido por su destacada trayectoria como jugador en los Orioles de Baltimore y por su éxito como mánager en los Mets de Nueva York, falleció a los 82 años, según lo confirmó Jay Horwitz, un veterano representante de relaciones públicas de los Mets.
Johnson fue un destacado intermedista que logró dos títulos de la Serie Mundial con los Orioles a finales de los años 60 y principios de los 70.
Durante ese período, también obtuvo tres Guantes de Oro, lo que lo estableció como un ícono defensivo en su posición.
Su habilidad en el campo de juego marcó una época dorada para la franquicia de Baltimore, antes de comenzar una exitosa carrera como entrenador.
En su faceta como director, tuvo una trayectoria de 17 temporadas, en las que sumó 1,372 victorias y 1,071 derrotas, lo que lo dejó con más de 300 juegos por encima del promedio.
Fue reconocido como Manager del Año en ambas ligas, primero en 1997 con los Orioles y luego en 2012 con los Nacionales de Washington, un honor que solo han recibido unos pocos entrenadores a lo largo de la historia.
Su consagración definitiva se dio con los Mets de Nueva York, equipo que asumió en 1984 después de más de diez años sin títulos.
Bajo su dirección, el equipo neoyorquino volvió a ser relevante y llegó a la Serie Mundial de 1986, que culminó con una de las victorias más memorables del béisbol moderno.
Esa escuadra, compuesta por figuras como Darryl Strawberry, Keith Hernández, Dwight Gooden y Gary Carter, se transformó en un emblema de la franquicia.
Entre 1984 y 1989, Johnson guió a los Mets a cinco temporadas seguidas con al menos 90 victorias, destacando el histórico récord de 108 triunfos en 1986, que aún se mantiene como la mejor marca de la organización.
En total, logró 595 victorias al mando del equipo, la cifra más elevada para un entrenador en la historia de la franquicia.
Después de su partida de Nueva York, continuó dejando su marca en otras ciudades. Rápidamente convirtió a los Rojos de Cincinnati en contendientes durante la temporada de 1994, regresó a los Orioles para llevarlos a la postemporada en 1996 y 1997, y más tarde dirigió a los Dodgers de Los Ángeles y a los Nacionales de Washington, con quienes logró la primera clasificación a playoffs en 2012.
Simultáneamente, también representó a su país en competiciones internacionales, liderando a Estados Unidos en la Copa Mundial de Béisbol de 2005, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, donde consiguió la medalla de bronce, y en el Clásico Mundial de 2009.
Su legado, construido tanto en el campo como en la estrategia, lo estableció como un ícono del béisbol estadounidense durante más de cincuenta años de compromiso con este deporte.



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